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((**Es1.50**) funciones parroquiales, constituyen su norma constante, interpretada por su amor de madre cristiana y facilitada por los ejemplos persuasivos de sus virtudes. El hijo reproduce en sí mismo a su madre; por eso veremos resplandecer en él su fe, su pureza, su amor a la oración, su paciencia, su intrepidez, su constancia, su confianza en el Señor; el celo por la salvación de las almas, la sencillez y amabilidad de trato, la caridad con todos, la actividad incansable, la prudencia en plantear y llevar a cabo los asuntos y en vigilar a los súbditos con admirable maestría, la serenidad en las adversidades: valores todos reflejados en él desde el corazón de Margarita y en él impresos como la lente fotográfica imprime sobre el cristal preparado las imágenes que se ponen delante. Es más, la preparación misma fue obra de Margarita, con sus santas industrias y con su previsión, que no contariaba, sino que corregía y dirigía a Dios las inclinaciones y las dotes naturales con las que Juan había sido enriquecido. Manifestaba él un ánimo abierto, apego a su parecer, tenacidad en sus propósitos; y la buena madre lo acostumbró a una perfecta obediencia, sin halagar el amor propio, antes bien persuadiéndole a someterse a las humillaciones inherentes a su condición: al mismo tiempo no dejó de intentar ningún medio para que pudiera entregarse a los estudios, sin afanarse excesivamente ((**It1.42**)) y dejando que la divina Providencia determinara el momento oportuno. El corazón de Juan, que un día debería acumular riquezas inmenesas de afecto para todos los hombres, estaba lleno de una exhuberante sensibilidad que podía resultar peligrosa, de ser secundada: margarita no rebajó nunca su majestad de madre con caricias exageradas, ni compadeciendo o tolerando cuanto pudiera tener sombra de defecto; mas no por ello usó jamás con él modos ásperos ni tratos violentos que lo irritaran o pudieran motivar enfriamiento en su amor filial. Juan tenía innato ese sentimineto de seguridad en el obrar, por el que el hombre se siente llevado naturalmente a dominar y que es necesario en quien está destinado a presidir a muchos, pero que también con tanta facilidad puede degenerar en soberbia; y Margarita no vaciló en reprimir los peuqeños caprichos desde el principio, cuando todavía él no era capaz de responsabilidad moral. Pero, cuando más tarde le verá sobresalir entre los compañeros con el fin de hacerles el bien, observará en silencio su conducta, no se opondrá a sus sencillos proyectos y no sólo le dejará actuar a su gusto sino que incluso le proporcionará los medios necesarios, aun a costa de privaciones. De esta manera, con dulzura y (**Es1.50**))
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