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((**Es1.373**) cosas que nunca pude imaginarme que existieran. Cuando estuve a salvo, la providencial Señora añadió estas palabras: -Ahora ya estás a salvo. Mi escala es la que debe llevarte a la bienaventuranza. Animo, hijo mío, el tiempo es corto. Las flores, que adornan este jardín, las recogen los ángeles para ir tejiéndote una corona de gloria para colocarte entre mis hijos en el reino de los cielos-.Dicho esto desapareció. Estas cosas, terminó diciendo Comollo, dejaron tan satisfecho mi corazón y me proporcionaron una tranquilidad tan grande, que lejos de temer la muerte, deseo que venga cuanto antes, para poder unirme a los ángeles del cielo y cantar con ellos las alabanzas de mi Señor. Hasta aquí el enfermo. >>Piense cada cual lo que quiera de esta narración, el hecho fue que si antes era grande su temor de presentarse a Dios, ahora manifestaba su deseo de que llegara aquel momento. Y no más tristeza y melancolía en su ((**It1.465**)) rostro, sino que todo sonriente y jovial, quería estar siempre cantando salmos, himnos y alabanzas espirituales. >>Aunque el estado de su enfermedad parecía haber mejorado bastante, con todo, al romper el alba, creí conveniente sugerirle que estaría muy bien recibiera aquel día los Santos Sacramentos, siendo como era la solemnidad de la Pascua. -íCon mucho gusto! contestó; no tengo nada que me remuerda la conciencia; pero, dado el estado en que me encuentro, me gustaría hablar un momento con mi confesor antes de recibir la santa comunión-. >>Su comunión fue un espectáculo edificante y maravilloso. Terminada la confesión y hecha la preparación para recibir el Santo Viático, penetró en la habitación el director, que oficiaba de ministro, seguido de los seminaristas. No bien hubo aparecido, el enfermo se conmovió grandemente, cambió de color, mudó de aspecto y exclamó: -íOh qué hermosura! íqué hermoso panorama!... íMira cómo brilla ese sol! íQué de hermosas estrellas hacen corona! íCuántos están de rodillas adorándolo sin osar alzar la frente! íEa!, deja que vaya a arrodillarme junto a ellos a adorar también yo a ese sol nunca visto hasta ahora. -Mientras hablaba, intentaba incorporarse, y, a tirones, salir al encuentro del Santísimo Sacramento. Yo hacía fuerza para mantenerlo en el lecho, mientras me caían lágrimas de ternura y de estupor; y no acertaba a decir ni a responderle nada. El seguía luchando por alcanzar el Santo Viático; y hasta que lo recibió no quedó tranquilo. Después de comulgar estuvo algún tiempo inmóvil, enteramente concentrado en afectuosos sentimientos con el Señor. Al fin, se dejó llevar por nuevos transportes de alegría, pronunciando durante un buen rato fervorosas jaculatorias. (**Es1.373**))
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