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((**Es1.371**) diga? Nos tendremos que separar. -Yo le exhortaba a estar tranquilo, a que no se pusiera nervioso con semejantes ideas. -No me inquieto, me respondió, ni me pongo nervioso; únicamente pienso que he de comparecer en aquel gran juicio, en aquel juicio inapelable, y esto es lo que me turba interiormente. -Estas palabras me impresionaron profundamente; así que a cada momento deseaba saber noticias de él, y cada vez que iba a verle, me repetía la misma frase: -Se acerca el momento en que me he de presentar ante el juicio de Dios; nos tendremos que separar. -En el curso de la enfermedad no creo exagerar diciendo que me la repitió más de quince veces. >>El lunes se quedó en cama con fiebre. Había dicho que su mal sería interpretado al revés por los médicos, y así sucedió ((**It1.462**)). El martes y el miércoles los pasó levantado, pero siempre triste y melancólico, y absorto en el pensamiento del juicio de Dios. Al atardecer del miércoles cayó definitivamente en cama para no levantarse más. En la tarde del sábado, víspera de Pascua, fui a visitarlo y me dijo: -Ya que vamos a tener que separarnos y dentro de poco me voy a presentar ante Dios, quisiera que me velases esta noche. -El director espiritual don José Mottura, viendo que el enfermo iba de mal en peor, me concedió de buen grado que pasara con él la noche, que era la del treinta de marzo, vigilia del solemne día de Pascua. -Esté atento, me dijo el director, y si nota algún peligro grave llámeme enseguida. Fíjese también en todos los detalles del mal para informar mañana al médico. -Hacia las ocho la fiebre subía bruscamente; y hacia las ocho y cuarto la calentura se hizo tan convulsiva y violenta, que perdió el uso de la razón. Al principio se lamentaba en alta voz, como si algo espantoso le aterrorizara. Al cabo de media hora, volvió un poco en sí y mirando a los que estaban presentes, prorrumpió con voz fuerte: -íAy, el juicio! -Después empezó a agitarse con tal violencia, que apenas si los cinco o seis que estábamos allí podíamos mantenerlo en el lecho. Esta agitación duró sus buenas tres horas, al cabo de las cuales volvió completamente en sí. Estuvo un buen espacio de tiempo pensativo, como ocupado en importantes reflexiones; y finalmente, dejando aquel aire de tristeza y terror por los juicios divinos, que desde días atrás venía padeciendo, se mostró completamente tranquilo y sereno. Hablaba, reía contestaba a todas las preguntas que se le hacían, hasta el punto de que hubiéramos creído se hallaba en condiciones normales de salud. Se le preguntó que de dónde procedía tal cambio, ya que antes se mostraba tan triste y ahora tan afable y jovial. A esta pregunta ((**It1.463**)) se mostró algo apurado para responder; y después, volviendo la vista a (**Es1.371**))
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