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((**Es1.323**) pobreza. No tenía ni aun lo necesario. Le faltaba dinero hasta para comprar los libros de clase indispensables, y se veía obligado, de vez en cuando, a pedirlos prestados a algún amable compañero. Se ponía con grandísimo cuidado el único vestido que tenía para que no se estropeara, y remendaba enseguida el más pequeño rasguño para que no se hiciera un rasgón. Cinco céntimos de lustre para el calzado le duraban un año entero, y para conservarlo negro recurría durante la semana a expedientes aún más económicos. A veces sus zapatos por el largo uso y los muchos remiendos ((**It1.399**)) estaban casi inservibles y poco a tono para salir de casa, y Mauricio Cappella, portero del seminario, que todavía vive, afirma haberle prestado muchas veces su calzado para poder salir de paseo o ir a la catedral. Seguramente él hubiera podido recurrir en busca de ayuda a su párroco don Cinzano y a don Cafasso; pero su sistema predilecto era el de San Francisco de Sales de nada pedir y nada rehusar para sí mismo, prefiriendo vivir en apuros, antes que importunar a los bienhechores por cosas que él consideraba no ser de absoluta necesidad. En esto se inspiraba ciertamente en el nobilísimo amor a la pobreza evangélica. El que fue testigo continuo de su larga vida puede asegurar que su corazón estuvo siempre desprendido de las comodidades y las riquezas. Manejó inmensos tesoros que le confió la divina Providencia, pero todo para los demás, nada para sí. Su ideal era la pobreza de Nuestro Señor Jesucristo, del cual había profetizado el real Salmista: <>.1 1 Salmo, LXXXVII, 16. (**Es1.323**))
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