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((**Es1.305**) superiores. El digno sacerdote me respondió: -Una cosa sola: el exacto cumplimiento del deber-. >>Tomé este consejo como base y me entregué con toda el alma a la observancia del reglamento del seminario. En cuanto a puntualidad no hacía diferencia ninguna tanto nos llamase la campana al estudio como a la iglesia, al recreo como al comedor, o al dormitorio. Esta exactitud me ganó el aprecio de los compañeros y de los superiores, de tal manera que los seis años de seminario constituyeron para mí un período muy feliz de mi vida. Tanto más que los estudios estaban muy atendidos. >>A más de esto me hacía amable aquel lugar el nombre de don Cafasso. Aún permanecía en aquel sagrado recinto el perfume de sus virtudes: su caridad con los compañeros, su sumisión ((**It1.375**)) a los superiores, su paciencia para aguantar los defectos ajenos, su cautela para no molestar a ninguno, su amabilidad para condescender, aconsejar, favorecer a los compañeros, su indiferencia ante los manjares a la hora de comer, su resignación a los cambios de estaciones, su prontitud para enseñar catecismo a los muchachos, su compostura edificante en todos los lugares, su aplicación en el estudio y su diligencia en la piedad. Estas cualidades llevadas hasta el heroísmo, hicieron que los compañeros y amigos de Cafasso se acostumbraran a decir entre ellos que el clérigo Cafasso había sido concebido sin mancha de pecado original>>. El seminarista Juan Bosco quiso tomar por modelo a aquel paisano suyo. La virtud extraordinaria de Cafasso consistió en practicar constantemente y con maravillosa fidelidad las virtudes ordinarias. Este fue también el propósito que tomó Juan Bosco al entrar en el seminario, propósito que mantuvo siempre durante todo el curso de su vida. (**Es1.305**))
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