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((**Es1.272**) abriendo, por así decirlo, a Juan nuevos horizontes. Más tarde, recordando don Cinzano con entusiasmo aquellos primeros meses en que tuvo a Juan consigo, recalcaba entre otras cosas, en presencia de más de veinte personas por él convidadas, entre las cuales estaban José Buzzetti y varios muchachos del Oratorio, que en 1834 había oído decir a los campesinos que el jovencito Bosco estaba dotado de una memoria tan pronta y tenaz, que fácilmente retenía y repetía a sus compañeros los sermones y las pláticas oídas en la iglesia; y que, a este propósito, él mismo un domingo, después de bajar del púlpito, quiso entretenerse con él y preguntarle para cerciorarse de la verdad de lo que se decía, y que, con admiración suya, Juan le repitió todo el sermón que había predicado, sin titubear un momento. Y lo presentaba como dotado de gran ingenio, de extraordinaria constancia en el estudio, lleno de virtudes y celoso del bien moral y religioso de sus compañeros, hecho todo un misionero en pequeño. Añadía cómo muchas veces manifestaba su ardiente deseo de ser sacerdote, para dedicarse especialmente a la juventud, hacia la cual sentía una inclinación irresistible. Desde entonces en adelante se estableció entre don Cinzano y Juan Bosco una relación estrechísima, como entre padre e hijo. Varias veces le presentó a don Cafasso, rogándole se interesara por él. ((**It1.330**)) No era necesaria, pero sí utilísima la recomendación de este buen pastor. Después de tantos años de contradicciones, la Providencia daba tregua a las pruebas. Juan, con su heroica constancia y confianza, se había mostrado digno de la misión que le había preparado. Pero la obra aún no estaba terminada: la estatua necesitaba más golpes de gubia; la planta, ya crecida y próxima a dar frutos abundantísimos tenía todavía que podar algunas ramas para adquirir más belleza y más vigor. Pero este trabajo ya no es un sufrimiento, es un premio. La amistad cristiana se encargará de proporcionar esta perfección. <>.1 Terminadas las vacaciones, volvió Juan a Chieri para el curso de retórica. El párroco mismo le colocó a pensión en casa de un tal Cumino, sastre, por ocho liras al mes, que él se las apañaba para pagar con la ayuda de personas generosas, y especialmente de los señores Pescarmona y Sartoris. Los esposos Cumino, en cuya casa se había también hospedado durante cuatro años el estudiante 1 Eclesiástico, VI, 16-17. (**Es1.272**))
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