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((**Es1.27**) aguerrido, a cuyo flanco se pudieran agrupar las fuerzas sectarias, de nada servirían los movimientos itálicos. Pero, qué príncipe habría aceptado la invitación de las sectas y de qué modo le podrían inducir a secundarlas? Máximo de Azeglio les señalaba a Carlos Alberto y el Piamonte 1. Con el pretexto especioso y noble de la independencia de Italia, se bautizaría ((**It1.12**)) con el nombre de política la serie de falsos principios y de hechos consumados, que llevarían adelante su guerra contra Roma, contra el Papa, contra la Iglesia y contra Dios. Así estaban las cosas, cuando apareció en la escena del mundo don Juan Bosco. El, amante como el que más de la prosperidad y de la gloria de su patria, habiendo comprendido inteligentemente el tiempo que le tocó vivir, vio claramente a qué desastres la habría de llevar la perturbación del orden providencial que había situado en Italia la sede temporal e independiente del Papado. La historia, que él había estudiado con tanto amor, le demostraba que, siempre que los pueblos se habían declarado en contra del Vicario de Jesucristo, se habían cumplido las palabras de Isaías: Terra infecta est ab habitatoribus suis, quia transgressi sunt leges, mutaverunt ius, dissipaverunt foedus sempiternum. Propter hoc maledictio vorabit terram. (<>). He aquí por qué el programa de don Bosco fue siempre éste: Todo con el Papa, por el Papa, amando al Papa. 1 FARINI, Stato Romano, I, 101. 2 ISAIAS, XXIV, 5-6.(**Es1.27**))
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