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((**Es1.230**) Parecía que aquel año debiera pasar sin ninguna pena para Juan; mas no fue así. Tuvo que lamentar la pérdida de Pablo Braja, uno de sus más queridos compañeros. Verdadero modelo de piedad, de resignación y de fe, después de una larga y penosa enfermedad y de haber recibido los santos sacramentos, el diez de julio exhalaba su hermosa alma el piadoso jovencito yendo a unirse con el angelical San Luis, de quien demostró ser fiel imitador toda su vida. Varios maestros y el canónigo Clapié, su profesor, le visitaron mientras estuvo enfermo. El colegio experimentó un gran sentimiento: todos los compañeros asistieron en formación a su entierro; y después, durante bastante tiempo, hubo muchos que solían ir con Juan en los días de vacación a recibir a Jesús Sacramentado, rezar el oficio de la Virgen o la tercera parte del rosario en sufragio del alma del amigo difunto. Su muerte fue llorada por todos los que le conocieron: parientes, amigos, maestros y condiscípulos. Uno de los profesores esclamó al oír la dolorosa noticia: -íNo he llorado nunca por la muerte de una persona, pero la de este querido muchacho me hace saltar las lágrimas! - Su propio padre ((**It1.271**)) dejó escritas estas palabras en los registros de familia: <>. Entretanto, el curso escolástico 1831-32 llegó a su fin y Juan volvió a Castelnuovo. Sus amigos de Morialdo, a los que nunca había olvidado, manteniendo relaciones con ellos y haciéndoles de vez en cuando una visita los jueves, al enterarse de que volvía al pueblo para las vacaciones otoñales, salieron a su encuentro antes de llegar al pueblo y le acompañaron triunfalmente a la casa materna. La escena se repitió cada año con una alegría singular. Entre estos muchachos se organizó también la Sociedad de la Alegría: eran admitidos en ella los que se habían distinguido durante el año por su buena conducta, y eran dados de baja los que, por el contrario, se habían portado mal, sobre todo blasfemando o tenido malas conversaciones. Juan, una vez en su casa, sentía necesidad de completar los estudios, que no habían quedado tan completos como él deseaba. No le gustaban las cosas a medias; no se conformaba con un simple aprobado, sino que aspiraba a un sólido provecho, y quería saber la razón de todo. Cualquier otro hubiera considerado un verdadero triunfo haber hecho tres cursos en un año; en cambio, él pensaba si no habría corrido demasiado. Al leer los documentos, no sé yo aclarar la (**Es1.230**))
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