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((**Es1.181**) de san Francisco de Sales y practicar allí sus devociones. Y don Bosco la recibía ((**It1.208**)) siempre como a una hermana y persona de la casa. Todo esto lo contaba el reverendo don José Mellica, beneficiado en Buttigliera de Asti: él lo había oído de labios del hijo y de la hija de la arriba mencionada señora Ana. Pero Juan dejaba a la familia Moglia un recuerdo mejor: el del buen ejemplo. La señora Dorotea, para exhortar a su hijo Jorge, ya grandecito, a que se acercara a los sacramentos, le recordaba continuamente la insigne piedad de Juan. Y cuenta Jorge Moglia que un día, habiendo pronunciado cierto muchacho con poco respeto el nombre de Dios, su madre le castigó, y recomendándole que en adelante no volviera a cometer semejante falta, le decía: -Pórtate como se portaba Juan Bosco, el cual, respetuoso con Dios y con sus superiores, rezaba con devoción y se encomendaba siempre al Señor antes de ir a descansar. - Y a cada paso se le proponía como modelo. Y lo mismo hacían las otras madres con sus hijos. íDichosos los jóvenes, cuya vida es recordada con satisfacción en los lugares donde han morado! Juan, a lo largo del trayecto desde la granja Moglia hasta I Becchi, iba pensando cómo, por fin, se le abría el camino para llegar al término de su vocación. Pero aún no se había dado cuenta de los que ya había adelantado en ese camino. Dios le había entrenado en la palestra de los oratorios festivos, le había hecho pasar por los diversos trabajos del campo, hortelano, pastor, viñador, agricultor; con ellos prendería en su corazón el amor por las colonias agrícolas. íBenditas sean las admirables disposiciones de la divina Providencia! Así, pues, lleno de alegría cruzaba los umbrales de la casa paterna. Pero la madre, apenas lo vio, empezó a reñirle por haber dejado a los Moglia: ((**It1.209**)) no quiso oír razones, y le mandó volver al puesto de donde venía para seguir sirviendo. Juan, sorprendido y desconcertado, quedó un momento perplejo; pero, pareciéndole leer en el rostro de su madre un pensamiento oculto, salió de casa sin lamentarse y fue a esconderse en un hoyo, detrás de un seto, esperando a que llegara el tío. Margarita había puesto mala cara para no dar pretexto a Antonio de creerla implicada en la vuelta de Juan. Tenía ella dos hermanos. Miguel era bastante instruido y, aunque trabajaba en el campo, sabía algo de latín; el otro, Francisco, era también hombre sensato y sabía hacerse respetar. Juan se había ganado la simpatía de ambos. Su intervención en los asuntos de la familia Bosco era señal segura de que Juan había ganado dos protectores. (**Es1.181**))
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