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((**Es1.133**) - íHay que tener una cara como la tuya para venir a estorbarnos en lo mejor de nuestra diversión! -añadía un tercero. ((**It1.145**)) - íPreocúpate de tus cosas y no te metas donde no te llaman! -refunfuñaba bruscamente un cuarto. Y se reían en su cara. Entonces Juan se puso a cantar una canción religiosa popular, pero con una voz tan agradable y armoniosa que, poco a poco, acudieron todos a su alrededor. Después de un instante, se encaminó hacia la iglesia: todos le siguieron, como encantados por su voz, hasta entrar en la iglesia tras él. Al anochecer, volvió Juan al baile, que se había reanudado con loco frenesí. Iba obscureciendo cada vez más e iba diciendo Juan a los que parecían más sensatos: -Ya es hora de retirarse: el baile resulta peligroso. - Pero como nadie le hiciera caso, se puso a cantar como había hecho antes. Al dulce sonido, diríase mágico de su voz, cesaron las danzas y quedó vacío el lugar del baile. Todos corrieron a su alrededor para oírle, y al acabar le ofrecieron muchos regalos para que volviese a empezar. Tornó a cantar, pero no quiso aceptar ningún regalo. Los organizadores del baile, que veían cómo con el fin del baile cesaban también sus ganancias, se le acercaron y, ofreciéndole dinero, le dijeron: - Mira, toma este dinero y márchate, o te llevas una paliza como no la has recibido en tu vida. - íEh!, respondió Juan, qué manera de hablar es ésa? Estoy acaso en vuestra casa para tener que obedeceros? No soy libre de hacer lo que más me cuadre? Yo tengo aquí parientes a quienes esperan en sus casas: os hago agravio si vengo a llamarlos? Las familias temen que haya alguna desgracia, alguna riña, alguna herida: no es justo quitarles su preocupación? Sobre todo a estas horas, debéis comprendeer, vosotros que sois personas sensatas y buenas, que es muy posible haya desórdenes, que luego os causarían pesar. Si deseo ((**It1.146**)) el orden es porque nuestro barrio gozó siempre de buena fama por todos los pueblos. Os falto con esto al respeto? - Estas y otras razones semejantes, expuestas por un niño, sorprendieron y convencieron a muchos para abandonar el baile. Los más fanáticos siguieron todavía un rato; pero, al ser tan pocos, también ellos decidieron marcharse. Se cuenta que en esta misma época le sucedió un caso singular, que, por otra parte, se repitió luego en varias ocasiones, a saber, desafiar con juegos de destreza a los charlatanes que estorbaban las funciones de iglesia. Una tarde debía haber un sermón en la capilla de una aldea cercana a I Becchi. La casa de Dios estaba medianamente llena, mientras (**Es1.133**))
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