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((**Es1.108**) con el delantal, fueron astillando el árbol, hasta dejar libre el brazo de Juan, el cual no salió del todo ileso de algunos rasguños. Acabado el trabajo, la buena Margarita sacó en seguida la moraleja del hecho: -íAsí quedan presos por la justicia de Dios y de los hombres quienes quieren apoderarse y llevarse lo que pertenece a otros! En otra ocasión, descubrió Juanito un precioso nido de ruiseñores entre las ramas de una mata de boj y, de cuando en cuando, a la espera de que los pajarillos echaran plumas, se colocaba a cierta distancia, tras un seto, para observar cómo la madre les llevaba la comida. Aquel nido le encantaba. Un día, al anochecer, mientras estaba la madre en el nido, apareció un cuclillo volando sobre un árbol cercano y, descubierta la presa, se dejó caer sobre el nido, lo cubrió con sus alas e, hincando el pico dentro, hizo un estrago horrible y se comió la hembra y los pajarillos. Luego voló hasta el árbol cercano para descansar. Juan sintió mucho haber perdido aquellos pajaritos, que ya consideraba suyos; pero, al darse cuenta ((**It1.114**)) de la inmovilidad del cuclillo, sintió curiosidad de saber qué hacía. Volvió al día siguiente, al amanecer, con toda precaución; y he aquí que el cuclillo revoloteó desde donde se había instalado y, colocándose en el nido que había devastado, puso un huevo. Pero, pocos momentos más tarde, un gato que estaba al acecho, tomó carrerilla, saltó encima y de un zarpazo lo aferró por la cabeza, lo sacó de allí y lo mató. -íBien le está! -exclamó Juan, contento de aquella justicia. Y mientras se detenía para mirar lo que había en el nido, pudo contemplar un nuevo y gracioso fenómeno. Un ruiseñor, acaso el macho del que había muerto, al ver desocupado el nido, volvió a él y se puso a incubar el huevo que allí encontró, hasta que salió un pequeño monstruo que, sin plumas, con ojos de ave rapaz y con un pico enorme, resultaba horrible. Sin embargo, el ruiseñor le llevaba comida como si fuera su propio hijo, y Juan acudía cada día para disfrutar de la escena. Cuando el cuclillo echó plumas, lo tomó y lo encerró en una jaula. Durante algún tiempo fue su diversión. Si le pasaba la mano por encima como para acariciarlo, permanecía tranquilo; si, por el contrario, intentaba agarrarlo, el pájaro chillaba, se movía, iba de un lado para otro, hacía muecas con el pico, de modo que resultaba la mar de divertido. Al fin, distraído por otras ocupaciones, se olvidó de darle de comer dos días. -Y el cuclillo? -le preguntó su madre. Juan fue a verlo y lo encontró muerto. El animalito, intentando salir de la jaula, había metido la cabeza entre dos alambres; haciendo fuerza con la punta del pico en forma de (**Es1.108**))
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